29 septiembre 2025

La Convenci車n sobre la Prohibici車n del Empleo, Almacenamiento, Producci車n y Transferencia de Minas Antipersonal y sobre su Destrucci車n, tambi谷n conocida como la , es un logro hist車rico en el desarme humanitario. Negociada en 1997 a trav谷s del Proceso de Ottawa y entrando en vigor en 1999, la Convenci車n es el producto de una asociaci車n 迆nica entre gobiernos, organizaciones internacionales, la sociedad civil y sobrevivientes de minas terrestres, con las Naciones Unidas como un convocante clave. La Convenci車n proh赤be el empleo, la producci車n, el almacenamiento y la transferencia de minas antipersonal, al tiempo que obliga a los Estados Parte a limpiar las tierras contaminadas, destruir las existencias y ayudar a las v赤ctimas. Con 166 Estados Parte en abril de 2025, sigue siendo uno de los tratados de desarme con mayor apoyo en la historia y una piedra angular del derecho humanitario.

El impacto de la Convenci車n ha sido profundo. , millones de metros cuadrados de tierra se ha hecho seguros para la agricultura y el reasentamiento, y se ha dado voz a los sobrevivientes en la pol赤tica global. Y lo que es m芍s importante, la Convenci車n ha establecido una norma global que rechaza las minas antipersonal por considerarlas armas indiscriminadas que no tienen cabida en la guerra moderna.

He trabajado en la acci車n contra minas en muchas regiones, incluyendo Afganist芍n, Camboya, Colombia, Sud芍n y, m芍s recientemente, Ucrania. La historia es tr芍gicamente familiar: comunidades que luchan por recuperarse, familias desplazadas, ni?os que recorren caminos peligrosos hacia la escuela y civiles mutilados o muertos por explosivos enterrados. Cada mina desmantelada no es solo un 谷xito t谷cnico, sino tambi谷n una restauraci車n de la dignidad y la esperanza. La APMBC evit車 que la crisis se intensificara; entre 1997 y 2012, se destruy車 la mayor赤a de las minas almacenadas, no se produjo ning迆n nuevo uso a gran escala y se arraig車 el estigma contra su despliegue. El marco de la Convenci車n facilit車 este progreso e inspir車 otros tratados emblem芍ticos, como la y el .

Hoy, sin embargo, la APMBC se enfrenta a una realidad que da mucho que pensar. Por primera vez en su historia, los Estados Partes han comenzado a retirarse en aras de la defensa nacional. En 2025, varios pa赤ses de Europa del Este tomaron esta decisi車n, alegando el aumento de las amenazas a la seguridad en el contexto de la guerra contra Ucrania. La propia Ucrania ha manifestado intenciones similares, incluso cuando la contaminaci車n por minas en su territorio alcanza niveles no vistos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Estas son decisiones soberanas, pero marcan un punto de inflexi車n sin precedentes. Tras d谷cadas de expansi車n y consolidaci車n, la Convenci車n debe ahora demostrar su resiliencia ante la presi車n de la renovada tensi車n geopol赤tica y la agresi車n no provocada.

Este momento de tensi車n hace a迆n m芍s urgente recordar el prop車sito central de la Convenci車n: proteger a los civiles. Busca proteger a las comunidades de armas que no distinguen entre combatientes y ciudadanos comunes. Esta protecci車n es m芍s dif赤cil de lograr en conflictos activos, donde las minas se colocan a lo largo de frentes cambiantes y cerca de zonas civiles. Sin embargo, la obligaci車n sigue siendo prevenir nuevos usos y preparar el terreno para la recuperaci車n una vez finalizados los combates.

Para los Estados que se enfrentan a una invasi車n, la justificaci車n del uso de minas como medida disuasoria puede ser convincente. Esta realidad no disminuye el coste humanitario, pero s赤 subraya la intensa presi車n que ahora pone a prueba la Convenci車n y sus limitaciones. Cuando se despliegan minas en respuesta a una invasi車n armada, es dif赤cil criticar las decisiones desesperadas tomadas en defensa de la soberan赤a nacional. Tambi谷n debe reconocerse que muchos de los ej谷rcitos m芍s poderosos del mundo, como China, India, Pakist芍n, la Federaci車n Rusa y Estados Unidos, nunca se han adherido a la Convenci車n. Si bien la APMBC crea un estigma global que disuade su uso m芍s all芍 de sus miembros, su fuerza siempre se ha basado m芍s en la autoridad moral que en la universalidad.

Lo que est芍 en juego no es solo el progreso alcanzado en virtud de la Convenci車n, sino tambi谷n la norma humanitaria que representa: que los civiles deben estar protegidos de las armas que matan indiscriminadamente. Si ese principio falla en un pa赤s, tambi谷n puede fallar en otros.

Lo que no debe olvidarse es la raz車n por la que se cre車 la Convenci車n. Las minas antipersonal constituyen un atentado directo contra los derechos humanos. Matan y mutilan indiscriminadamente, a menudo d谷cadas despu谷s del fin de los combates. Los sobrevivientes enfrentan consecuencias f赤sicas, psicol車gicas y econ車micas de por vida. Las minas niegan la libertad de movimiento, bloquean la ayuda humanitaria y privan a las comunidades de los recursos esenciales para la vida. No es casualidad que la asistencia a las v赤ctimas se convirtiera en una obligaci車n fundamental en virtud de la APMBC, una medida pionera en el derecho internacional que situ車 a los sobrevivientes en el centro del desarme.

La acci車n contra las minas es un factor esencial para el desarrollo sostenible. El desminado no se limita a eliminar peligros; posibilita la recuperaci車n y el crecimiento. En Angola, la limpieza de tierras agr赤colas ha revitalizado la agricultura y el comercio. En Camboya, las familias han ampliado el cultivo de arroz en arrozales previamente contaminados. En Ucrania, la limpieza de minas es crucial para restablecer las exportaciones de cereales que alimentan al mundo y estabilizan los mercados, con consecuencias que repercuten en la seguridad alimentaria mundial y los costos energ谷ticos. Al reducir la pobreza, fortalecer los sistemas de salud, facilitar la educaci車n y los medios de vida, y promover la paz y la justicia, la acci車n contra las minas contribuye directamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es un requisito previo para la recuperaci車n y la resiliencia, sin los cuales otras inversiones no pueden consolidarse.

A pesar de los desaf赤os actuales, el pacto humanitario de la APMBC se mantiene s車lido. Organizaciones humanitarias, autoridades nacionales y socios de las Naciones Unidas est芍n desminado tierras contaminadas, educando a las comunidades sobre los riesgos y construyendo sistemas nacionales de acci車n contra minas. Las nuevas tecnolog赤as tambi谷n est芍n transformando este campo. Los drones, la inteligencia artificial, la cartograf赤a digital y los sistemas mec芍nicos avanzados est芍n acelerando la prospecci車n y el desminado, mientras que las nuevas generaciones de sensores mejoran tanto la eficacia como la seguridad de los desminadores. Los sobrevivientes influyen cada vez m芍s en las pol赤ticas, garantizando que quienes han vivido las consecuencias de las minas tengan voz en la forma de abordarlas.

He visto estas colaboraciones en acci車n. En el 車blast de J芍rkov, en Ucrania, los equipos de acci車n contra minas se esfuerzan por garantizar la seguridad de las tierras de cultivo en el marco de un programa de compensaci車n financiado por el gobierno. En Sud芍n, los desminadores locales despejaron carreteras que permitieron a las fuerzas de paz y a los convoyes humanitarios llegar a comunidades remotas. En Afganist芍n, miles de hombres han encontrado empleo estable gracias a la limpieza de minas, lo que les permite mantener a sus familias, invertir en la econom赤a local y evitar la radicalizaci車n. En Colombia, las redes de supervivientes ayudan a reintegrar a excombatientes y a fortalecer los procesos de paz. En Angola, escuelas y hospitales se alzan ahora en terrenos previamente minados. En Mozambique, la desminaci車n de carreteras permiti車 a millones de refugiados regresar a sus hogares desde pa赤ses vecinos.

Estos no son logros pol赤ticos abstractos, sino realidades vividas, posibles gracias a los compromisos consagrados en la Convenci車n sobre el Control de Minas Antipersonal. A medida que algunos Estados Partes reconsideran su participaci車n, la comunidad internacional puede responder con una diplomacia sostenida y apoyo a la acci車n pr芍ctica contra minas sobre el terreno. En lugar de aislar a los gobiernos bajo presi車n, los esfuerzos deber赤an encaminarse a mantener viva la cooperaci車n de manera que se protejan los principios fundamentales de la Convenci車n y se mantenga abierta la puerta a futuros compromisos renovados.

El camino a seguir exige valent赤a pol赤tica y compromiso pr芍ctico. Los Estados Partes deben cumplir con sus obligaciones de limpieza y asistencia, no como una formalidad, sino como un recurso vital para los civiles que a迆n viven bajo amenaza. Los donantes deben mantener y ampliar su apoyo, especialmente en emergencias, donde la financiaci車n es insuficiente. Es necesario reactivar el compromiso de los pa赤ses no pertenecientes a la Convenci車n, no solo mediante llamamientos morales, sino demostrando los beneficios de la acci車n contra las minas para el desarrollo y la recuperaci車n. La innovaci車n debe acelerarse en los temas tecnol車gicos, pero tambi谷n en la forma en que financiamos, colaboramos y desarrollamos la capacidad local. Solo con un liderazgo audaz y visible de los Estados Partes, la Convenci車n sobre el Control de Minas Antipersonal podr芍 seguir cumpliendo su promesa.

 

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